21 de març 2013

MEJOREMOS EL DIALOGO CON LOS DEMÁS


Actualmente, nuestra forma de vivir aumenta el riesgo de aislarnos de los demás, porque con demasiada facilidad etiquetamos a las personas por las conductas que no compartimos, no nos gustan o no entendemos.  Por eso es tan necesario mejorar nuestra comunicación en general, reivindicar el placer de la conversación y aumentar el interés por confrontar con los demás nuestras vivencias, opiniones y sentimientos incondicionalmente.
Aprendamos a estar, escuchar, apoyar y acompañar. No imponer, no juzgar, no entender al otro a través de nuestro criterio. Aceptar el suyo. La interacción humana, la comunicación, es la base en la que se forja la convivencia, y una necesidad humana tan esencial como el descanso o la comida. Es en la comunicación donde la persona se construye como el ser complejo que es y donde se produce la socialización. Es un camino desde el que nos encontramos a nosotros mismos mediante el diálogo con los otros. 

Las palabras, sin duda, son fascinantes y nos conviene disponer de un amplio léxico y usarlo con precisión y con toda la libertad posible. Ahora bien, las palabras no pueden aspirar a constituir la totalidad del mensaje, "son sólo el comienzo, detrás de ellas está el cimiento sobre el cual se construyen las relaciones humanas. El cuerpo es el mensaje " (La comunicación no verbal. Flora Davis. Alianza Ed.). Los expertos hablan también de la comunicación no verbal (apariencia física, postura, gestos, contacto corporal y expresión facial, especialmente la mirada y la boca), y del paralenguaje (tono, volumen y timbre de voz, cadencia, inflexiones y silencios). Algunos especialistas aseguran que del total de la percepción de los interlocutores con los que nos comunicamos, el 55% depende de nuestro lenguaje corporal, el 38% del paralenguaje y sólo el 7% de las palabras que utilizamos. En realidad, esta aseveración no es tan radical: nuestras experiencias más iniciáticas son necesariamente no verbales. Los bebés no hablan, pero aprenden sin parar. La verbalidad, viene después. Pero la palabra es insustituible. Palabra, voz y gestos forman, un conjunto indisociable en cualquier conversación y, por extensión, en las relaciones humanas. Birdwhistell dice "que el lenguaje corporal y el hablado dependen uno del otro. Cualquiera de ellos aisladamente no nos dará el sentido completo de lo que una persona dice".


¿Nos comunicamos con entera libertad? No sólo renunciamos al tacto (cada día nos tocamos menos), restringimos los gestos o controlamos la expresión de nuestra mirada ante algunos interlocutores: lo hacemos también con la información verbal. Pensamos, quizá inconscientemente, que lo que perdemos en expresividad lo ganamos en protección. El resultado de este planteamiento es lamentable; normalmente, hablamos mucho y decimos bien poco. Y así, sin darnos cuenta, nos expresamos poco, y nuestra comunicación es tan elemental que cuando necesitamos elaborar y transmitir mensajes con contenidos problemáticos, densos o complejos, caemos víctimas del temor y la duda: ¿sabré decir con precisión lo que quiero?.


Este miedo no es casual. Proporcionar información sobre sentimientos, emociones, complejos o creencias lo asociamos con desnudarnos psicológicamente. Tememos abrirnos a los demás, pensamos que si se nos conoce a fondo nos convertiremos en más vulnerables. Todos somos, a nuestro modo, débiles, pero flaquezas y limitaciones forman parte indisoluble de nuestra personalidad y hemos de convivir con ellas sin ocultarlas a toda costa de la percepción ajena. No se trata de airear nuestros problemas o miedos, sino de afrontarlos con madurez, incluso hablando de ellos. Si te expresas con libertad y sin temor al "qué dirán" o "qué pensarán" te  conocerás mejor y sabrás lo que quieres. Y nadie transmite mejor idea de sí mismo ni es más fuerte ante posibles agresiones del exterior que quien se conoce y se acepta como es.

Patricia Catalá
Orienta psicólogos

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