SI
TRABAJA 50 horas a la semana,
no quiere vacaciones, se lleva a casa tareas inacabadas y mira constantemente
el reloj, tenga cuidado: Usted puede pertenecer al 10% de adictos al trabajo
El workaholism,
concepto que emerge en la sociedad estadounidense en la década de los setenta,
surge de la unión de dos términos: work (trabajo) y alcoholism (alcoholismo).
No tiene nada que ver con cogerse una melopea en la oficina. La enfermedad, una
suerte de patología social, consiste en desear trabajar a todas horas, cuantas
más mejor, en todas partes. Algo así como emborracharse de trabajo.
Compulsivamente.
Según definición de Marilyn Machlowitz, una
psicóloga industrial de Yale, la persona que incurre en este tipo de
comportamiento es "aquélla que siempre dedica a su trabajo más tiempo de
lo que le exige la situación". Es el caso de Francisco J. D. Trabaja como
oficinista en el madrileño barrio de Usera. Sólo cogerá una semana de
vacaciones porque, según dice, "hay mucho trabajo y alguien tendrá que
hacerlo". Su horario finaliza a las 15:00 horas. Él suele estar hasta las
ocho de la tarde.
Como él, muchos otros están deseando que acabe el
verano. Lo suyo es la actividad. El psiquiatra Enrique González Duro asegura
que el adicto al trabajo se caracteriza por "encontrar más aliciente en su
centro laboral que en su propia vida privada". "Son personas que lo
pasan mal cuando no trabajan, andan inquietos en vacaciones porque han perdido
su mundo de relaciones, esto antes no era así, es una patología social de
ahora", afirma.
Las manifestaciones externas son evidentes. Son
aquellos que andan continuamente enganchados al teléfono móvil, los que no consiguen
quitarse el reloj y se aburren nerviosamente.
En el libro Estrés laboral y salud (Editorial
Biblioteca Nueva), Aquilino Polaino-Lorente, profesor de Psicología de la
Universidad Complutense, establece algunos signos de riesgo, citando a Bradley,
un psiquiatra de Chicago: "Llevarse trabajo a casa al salir de la oficina;
no olvidarse de las preocupaciones laborales al entrar en casa; experimentar
cansancio e irritabilidad si no se trabaja durante los fines de semana;
experimentar que el tiempo pasa muy rápidamente cuando trabaja; ser competitivo
en cualquier actividad, incluso cuando practica deportes en familia; y ser
impaciente y mirar con mucha frecuencia el reloj".
En realidad, los psiquiatras sitúan esta patología
dentro de las propias de las personalidades obsesivo-compulsivas.
El sujeto acaba encontrándose mejor en el trabajo
que en cualquier otro lugar. En el fondo, todo parece responder a un problema
de autorrealización que ya comienza desde la más tierna infancia, cuando el
renacuajo escucha esa chirriante pregunta: "Y tú, monín, ¿qué quieres ser
de mayor?". Como si el pequeño, en sí mismo (sin trabajo), no fuese
absolutamente nada.
"En la actualidad hay muchas personas para las
que el trabajo no es ya un simple medio de ganarse la vida", apunta
Polaino-Lorente. "Hoy, el concepto de trabajo aparece vinculado a otros
propósitos como un medio de expresión personal, el afán de logro (dinero,
posición social, etc.), prestigio (popularidad), poder, éxito, a motivos en
función de los cuales se evalúa la autorrealización personal".
Son adictos al trabajo quienes no logran
desenchufar del todo. Las manifestaciones externas son evidentes. Son aquellos
que andan enganchados continuamente al teléfono móvil, los que no consiguen
quitarse el reloj y se aburren nerviosamente.
Algunos investigadores en la materia han encontrado
manifestaciones positivas al workaholism. Por ejemplo: satisfacción con el
estilo de vida elegido, hipermotivación laboral y un aumento considerable de la
competitividad.
La cuestión a discernir es saber a quién benefician
estas virtudes. Para el empresario, el adicto al trabajo puede ser, si la cosa
no es auténticamente enfermiza, el empleado modelo: trabaja más que nadie,
ofrece un verdadero ejemplo de lo que es esforzarse por la empresa a los
compañeros de la oficina y, encima, se siente confortable en su terreno de
dominio.
Esta anomalía suele darse más en los jóvenes
trabajadores que entre los mayores. La adicción al trabajo tiene, según indican
los especialistas, algunos efectos diferenciales en las mujeres: aumento de
poder dentro del matrimonio, incremento del sentido de la propia competencia,
renuncia a tener hijos..."Para ellos el trabajo es un droga, no genera
placer pero sí crea adicción", comenta González Duro. "Suele ser gente
muy quisquillosa, muy reglamentista, aburrida".
Aquilino Polaino-Lorente califica la adicción al
trabajo como "un comportamiento neurótico más". En vez de realizar al
individuo, el workaholism conduce a la frustración. "Deshace" al
sujeto, según Polaino-Lorente.
Y claro está, las consecuencias físicas no tardan
mucho en aparecer. No desenchufar del todo acarrea un buen surtido de
dolencias. El doctor Anthony Clare, del Instituto de Psicología de Londres, ha
comprobado que los adictos al trabajo son propensos a la hipertensión,
enfermedades coronarias, úlceras pépticas y jaquecas."Son tipos
concienzudos y perfeccionistas, trabajan 17 horas al día y les parece normal,
yo les llamo los pequeños napoleones", dice el doctor Adolfo Calle, presidente
de la Asociación Valenciana de Psiquiatría.
Lo cierto es que el workaholism es una adicción
relativamente moderna. Tanto como Internet, las drogas de diseño, la televisión
digital o la comida rápida... ¿Será el trabajo del próximo siglo (dios
capitalismo mediante) ese caballo duro al que van a enganchar al pueblo? Pablo
Lafargue, en un delicioso escrito titulado El derecho a la pereza, insinuaba
que el gran error del movimiento obrero había sido reivindicar trabajo.
Aconseja Lafargue cambiar las tornas y apuntar las proclamas hacia una pereza
de justicia social.
¿Domina
el trabajo su vida?
Muchos dicen que colocan su salud y vida familiar
por encima del trabajo, y luego toman empleos que dejan aquéllas en una
situación precaria.

2. ¿Tiene usted dudas sobre los
estudios o trabajos que hacen sus hijos?
Si sus hijos se ven en la necesidad de solicitar
una entrevista en su oficina para poder estar con usted, ha llegado el momento
de aflojar las riendas del trabajo.

3. ¿Le gusta trabajar a ritmo
frenético?
De igual manera que el fumador necesita estímulos
regulares de nicotina, el adicto al trabajo se siente impelido a elevar su
nivel de adrenalina a base de mantener un programa de trabajo extenuante.

4. ¿En los últimos tres años no
ha leído usted una buena novela o un libro serio que no tenga relación con su
trabajo?
En su ingenua devoción por su trabajo, el adicto al
mismo no se permite malgastar tiempo en frivolidades, como la lectura amena o
las aficiones sencillas.

5. ¿Se inventa usted excusas
para justificar su forma de trabajar?
El alcohólico suele alegar que está tomando una
copa porque está cansado, deprimido o se siente solo. El adicto al trabajo
justifica su conducta obsesiva aduciendo la falta de personal, el retraso de
los proveedores o que desea solucionar todos los asuntos pendientes antes de
irse de vacaciones
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