Estimados lectores, de acuerdo a lo que
pudisteis reflexionar en la primera parte de este artículo, podríamos resumir
que las personas a medida que maduramos cambiamos nuestras expectativas de lo
que queremos conseguir en la vida, y estas nos marcan diferencias entre
generaciones que nos pueden alejar en nuestras relaciones entre padres e hijos;
cuando estamos en una etapa intermedia queremos situarnos y estar activos
socialmente puesto que así nos lo marca también nuestro desarrollo biológico
alcanzando madurez y estabilidad…pero cuando llega la edad de jubilación,
necesitamos tranquilidad, una vida más contemplativa y relajada.
Y
respecto a los jóvenes que en estos momentos sufren el desarraigo familiar ¿a
caso los mayores pensáis que los jóvenes no necesitan de la familia para
recibir el apego y afecto necesario del que
la sociedad fría y competitiva les priva? …
Estas diferencias del desarrollo y sus
demandas en diferentes etapas de la vida nos tendrían que unir para equilibrar
el ciclo de la vida y aprender desde los distintos puntos de vista en la
familia, pero más que enriquecernos nos apartan…¿por qué, si somos continuidad unos de otros?
El hecho de que nuestra sociedad ha avanzado y
la estructura familiar ha ido cambiando de acuerdo a este avance, permitiendo
que disfrutemos de mejor salud, más independencia y buena posición económica,
hace que nuestros mayores no estén tan integrados en las familias puesto que el
centro de la relación familiar recae en los cónyuges; es cierto que nuestros
miedos son: para los padres mayores no sentirse integrados notar que se les
deja de lado, que no son importantes; y por los hijos adultos el no lograr su
independencia porque los padres se inmiscuyan demasiado en su vida de
matrimonio y en la crianza de sus hijos…para llevar de la mejor manera este
RELEVO GENERACIONAL resolviendo nuestros conflictos que son naturales y
normales tendremos en cuenta que:





¡Seamos
más conscientes de lo que nos une!
Patricia
Catalá
Orienta
psicólogos