Persuadir significa ser capaces de inducir a otra persona para que, mediante el razonamiento, crea en una idea o adopte una actitud determinada. El que tiene habilidad y eficacia para conseguirlo se llama persuasivo, un sinónimo de convincente.
La persuasión es una forma
de seducción, es la capacidad de conducir a otras personas hacia donde uno ha
previsto; Si
tan sólo nos paramos a observarnos en nuestra vida cotidiana, veremos como
habitualmente utilizamos nuestras armas persuasivas. Llega a ser habitual
comprobar cómo en una simple reunión de amigos, alguno trata de convencer a los
demás para que lo sigan, ensalzando una determinada comida, una marca de coche,
su deporte favorito o la lectura de un libro.
Esta capacidad de persuadir
puede ser cultivada mediante el aprendizaje de diversas técnicas; pero se
desarrolla mejor cuando se poseen dotes para convencer. Esas habilidades pueden
ser innatas o adquiridas: la presencia física (las personas con buena presencia
tienden a ser más convincentes), la seguridad en uno mismo (quienes se muestran
firmes en sus convicciones y en su tipo de vida tienen más posibilidades de ser
persuasivos), la autoestima (tener un buen concepto de uno ayuda a querer a los
demás y a resultar más cercano y convincente), la comunicación no verbal o la
influencia interpersonal que se mide también por la capacidad comunicativa de
nuestros gestos, posturas y miradas, y, sobre todo, la capacidad de escuchar y
comprender al otro (saber captar, mediante la escucha activa y la actitud
abierta, la situación de la otra persona en ese momento, qué necesita y qué es
lo que le podemos ofrecer).
Es
resumen, es fundamental saber escuchar al interlocutor. Difícilmente se puede
convencer a alguien si éste se siente abrumado por un acoso dialéctico, sin
oportunidad de poder aportar su visión y opinión.
Patricia Catalá
Orienta psicólogos
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